miércoles, 20 de agosto de 2014

Pedro: Una persona común y corriente


El apóstol Pedro fue una persona común y corriente que vivió en una generación extraordinaria. Fue la generación en la cual Jesús vivió en la Tierra y murió por la salvación de la humanidad. Fue Andrés quien trajo primero a su hermano Pedro (llamado originalmente Simón), para que conociera al Señor (Jn 1.40-42). Cuando Jesús los invitó a convertirse en sus discípulos, ambos hermanos dejaron de inmediato su actividad de la pesca, y se pusieron bajo la autoridad de Cristo (Mt 4.20). Al comienzo, el antiguo pescador era rápido para hablar y actuar, y esa impulsividad lo metió en problemas. Por ejemplo, cuando el Señor Jesús estaba hablando de su inminente sufrimiento y muerte, Pedro no estuvo de acuerdo, como si él supiera más que el Señor. La reprimenda de Cristo fue rápida y directa (16.21-23). El apóstol aprendió de sus errores, y más tarde le fue dada una gran responsabilidad. Pedro es un buen ejemplo de cómo debemos deshacernos de los deseos personales, aceptar de todo corazón la voluntad del Señor Jesús, y andar estrechamente con Él (Mr 8.34). El Señor escoge a personas nada excepcionales como Pedro, usted y yo, para edificar su Reino. Cuando lo hacemos, Él hace por medio de nosotros más cosas de lo que jamás pudiéramos imaginar.

martes, 5 de agosto de 2014

Estudio del Apocalipsis 5 (parte 3)


Una vez señalada la realidad del periodo de siete años que vendrá sobre la tierra, debiéramos examinar el propósito de Dios al enviarlo. No quedamos a merced de las conjeturas ya que Daniel recibió la revelación al mismo tiempo que la profecía de las setenta semanas,( que de acuerdo al contexto de la palabra hebrea significa “semanas de años”, o cuatrocientos noventa años; en especial fíjese en Daniel 9:24. Dios nunca hace nada sin tener un propósito, y  en este versículo tenía seis cosas en mente. 
1)- “Terminar la prevaricación” -> este tiempo de sufrimiento terminará con la transgresión de Israel, que es el rechazo a su Mesías. Durante la tribulación ,el pueblo de Israel se volverá al Señor Jesús con un gran avivamiento y se convertirán en testigos que saldrán a predicar el evangelio por todo el mundo. En verdad  el periodo de la tribulación ayudará a provocar un gran avivamiento en Israel. 
2)- “ Poner fin al pecado” ->  las palabras “poner fin” quieren decir “cerrar con precinto”. Este periodo terminará cuando a Satanás se le até “cerrando con precinto” el pecado. La copa de la iniquidad de la humanidad se llena hasta rebasar y Dios envía su juicio a la tierra porque rechazaron a su hijo. 
3)- “ Expiar la iniquidad ” -> De nuevo, aquí tenemos una referencia al avivamiento de Israel, cuando de reconciliará con Dios a través del Señor Jesús a quien rechazaron pidiéndole a Pilatos que lo crucificara.  
4)- “ Para traer la justicia perdurable” -> Cuando Israel experimenta su avivamiento, se abre el camino para la era de la justicia o del reino milenario de Cristo. Aún que habrá una breve rebelión al final, será muy corta y no interrumpirá este periodo final de justicia para siempre que conducirá a la nueva era del futuro que se describe en Apocalipsis 21-22. 
5)- “ Y sellar la visión y la profecía” -> cuando Israel se vuelva para el Señor Jesús, ya no se necesitarán las visiones ni las profecías de los profetas. 
6)- “ Y ungir al santo de los santos" -> Esto pudiera referirse al lugar santo sobre el monte Moriá  donde estaba el templo de Salomón, en el lugar donde Abraham sacrificó Isaac. 


viernes, 18 de julio de 2014

El cuidado de nuestras palabras


Todos los días tenemos la opción de decir buenas palabras, y la responsabilidad de controlar nuestra lengua. Las palabras tienen el poder de bendecir y de maldecir, de edificar y de destruir.
Transmitir pensamientos de esperanza y aliento llenan de ánimo al oyente, mientras que lanzar insultos y criticar con aspe- reza destruyen una relación. Todos hemos sufrido eso en algún momento, basta sólo un comentario cruel para hacer que nos irritemos y nos sintamos mal. Lamentablemente, en el calor de una discusión a veces decimos cosas que nunca tuvimos la intención de decir, y herimos
A las personas que más amamos. ¿Por qué razón tienen las palabras de otra persona un efecto tan grande en los demás?
Dios entiende los problemas en que podemos meternos por nuestras emociones, y por eso quiere que controlemos nuestras palabras. El Señor desea que seamos una bendición para Él y para los demás. Las palabras crueles y los tonos desconsiderados no sólo dañan las relaciones; son también un estorbo para nuestra efectividad como Siervos de Dios. La Biblia nos enseña las siguientes verdades en cuanto a nuestras palabras:

. La lengua es poderosa y capaz de causar daño (Stg. 3:3-8; Sal. 57:4).
. Dios detesta el chisme (Pr. 17:9; 20:19;Ro.1:29 BLS; 1 Ti. 5:13).
· Las palabras duras causan divisiones (Pr.15:1; 1 Co. 1:10).
· Hemos de bendecir, no de maldecir a los demás (Stg. 3:9-13).
· La persona necia no sabe cómo controlar sus palabras, pero la sabia le pone freno a su lengua (Pr. 13:23; 13:16; 15:2, 7, 28).

El Cuidado al tomar una decisión




Usted probablemente haya leído la historia de Jacob y Esaú, y pensado: No puedo creer que Esaú haya vendido su primogenitura por un plato de lentejas. ¡Qué necio! Pero pensemos más allá de primogenituras y del plato de lentejas. ¿Hay algo de verdadero valor que usted está negociando por algo de menor valor? En otras palabras, ¿cuál es su "plato de lentejas?"
¿Se ha dedicado a perseguir la riqueza y dedicarse a una carrera a expensas de su familia? Tal vez su ocupada agenda le ha impedido pasar tiempo con Dios en su Palabra cada día. Algunas personas se involucran en relaciones extramaritales, dejando a su familia por la satisfacción de sus deseos lujuriosos. Otras sacrifican su salud consumiendo sustancias dañinas o adictivas, o excediéndose en la comida. La lista es interminable.
Algunas decisiones que tomemos hoy pueden robarnos las bendiciones que Dios quiere darnos. Cuando usted cede a la tentación en un momento de debilidad, está sacrificando su futuro por el placer momentáneo. No podemos basar nuestras decisiones en deseos o sentimientos inmediatos. Puesto que el principio de la siembra y la cosecha no puede invalidarse, tenemos que considerar cuidadosamente lo que estamos plantando. La cosecha vendrá, y cosecharemos lo que hayamos sembrado, y más de lo que hayamos sembrado.
¿Ha pensado usted hacer algo que podría tener graves consecuencias a largo plazo? Una persona sabia evalúa las opciones de antemano para ver qué consecuencias pudieran acarrearle sus acciones. No permita que "un plato de lentejas" detenga los planes maravillosos que Dios tiene para usted.

¡Es hora de empezar a vivir la vida que siempre soñó!



Hay un dicho que dice: “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Si analizamos este dicho llegaremos a la conclusión de expresa toda la verdad y nos da un consejo de vida. ¡Somos dueños del tiempo! ¿Cuántas oportunidades se ha dejado escapar, por haber espero el momento apropiado?
El momento oportuno es creado por nosotros, porque tenemos la capacidad de interactuar: crear, pensar y soñar, de tal manera que aun incorporados en una sociedad saturada de leyes y limitaciones, tenemos dentro de nosotros la capacidad de hacer suceder – nuestro tiempo.
Hacer que suceda y tener el espíritu de conquista, es sacar de adentro de nuestro interior la holgura, el desanimo t la negatividad y luchar sin mirar hacia tras.
La vida del ser humano es fruto de sus decisiones y de la voluntad que tiene para sacrificar por sus ideales.

El águila y su Pichón (amor de madre)


Se cuenta la historia de un águila que había construido su nido en lo alto de un peñasco.
Cierto día cuando volaba en torno de su nido, el águila vio a su aguilucho recién nacido que se agarraba desesperadamente del borde del nido, tratando con todas sus fuerzas de sostenerse e impedir así una caída al abismo, lo que sería fatalmente su fin.
Como era imposible alcanzar el peñasco antes que su cría cayera, el águila descendió con la velocidad de un rayo debajo de su hijito y abrió sus fuertes alas para interrumpir su caída. Con su cría agarrada a ella el águila planeó entonces con seguridad de vuelta al nido.
Moisés, antes de su muerte, dando su bendición al pueblo, les aseguró que Dios no los abandonaría y por eso dijo: “El Dios eterno es tu protector y por debajo tuyo extiende sus brazos eternos”. (Deuteronomio 33.27).
Aun hoy podemos confiar en esta promesa. Así como el águila extendió sus alas para interrumpir la caída de su cría, así Dios extiende sus brazos para interrumpir la caída de cada uno de sus hijos. A veces Dios llega a permitir que caigamos de nuestro nido (sufrimientos, pérdidas, desilusiones, problemas familiares, etc.), para mostrar cuán débiles e impotentes somos, para sentir cuán dependientes somos de su protección. Sólo que Dios no quiere que lleguemos hasta el suelo y nos invita a través del salmista: “Entrega tu camino al Señor, confía en él y el resto él lo hará” n (Sl 37.5)
Creo en las promesas de Dios porque yo creo en un Dios vivo. Creo que Dios no perdió su poder, sino que continúa extendiendo sus brazos para ampararme. Creo en aquella promesa bíblica: “Vengan a mi todos ustedes que están cansados de cargar sus pesadas cargas y yo los aliviaré” (Mateo 11.29).  Creo en la ayuda de Dios ¿Y tú?

¿Eres un gigante, o una carga?



Luego de la cena, los chicos le pidieron a Jacob que les contara un cuento.  ¿Qué tipo de cuento? —les preguntó.
Un cuento de un gigante —gritó todos.
Jacob sonrió, se acomodó entre las piedras calientes dispuestas al lado de la chimenea y comenzó el relato con voz suave.
Erase una vez un niño que le pidió a su padre que lo llevara a ver el gran desfile que recorría la ciudad. El padre, recordó haber asistido al desfile de niño, y accedió rápidamente al pedido de su hijo; la mañana siguiente partieron juntos.
Cuando llegaron al lugar donde verían pasar el desfile, la gente comenzó a adelantarse con empujones, y se formó una gran multitud. Como todos los que los rodeaban se convirtieron prácticamente en una pared, el padre alzó a su hijo y lo sentó sobre sus hombros.
Pronto comenzó el desfile y mientras iba pasando, el niño le relataba a su padre lo maravilloso que era y las espectaculares imágenes y colores que observaba. El niño, de hecho, se sentía tan orgulloso de lo que veía que se burlaba de los que miraban menos e incluso le comentaba a su padre: ¡Si solo consiguieras ver lo que veo!
Pero —Jacob miró fijamente a los chicos y añadió—: el niño no recordaba por qué él sí podía ver. El niño se olvidó que una vez su padre también había logrado verlo.
Entonces, como si el relato hubiera terminado, Jacob dejó de hablar.
 ¿Eso es todo? —repuso una niña desilusionada—. Creímos que nos contarías el cuento de un gigante».
Pero si eso fue precisamente lo que les conté —explicó Jacob—. Les relaté el cuento de un niño que bien pudo haberse convertido en un gigante.
 ¿Cómo? —Protestó otro niño.
Un gigante —continuó Jacob— es aquel que recuerda que está sentado sobre los hombros de alguien más.
¿Y en qué nos transformamos si no lo recordamos? —preguntó el niño.
En una carga —respondió Jacob.

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