viernes, 18 de julio de 2014

El cuidado de nuestras palabras


Todos los días tenemos la opción de decir buenas palabras, y la responsabilidad de controlar nuestra lengua. Las palabras tienen el poder de bendecir y de maldecir, de edificar y de destruir.
Transmitir pensamientos de esperanza y aliento llenan de ánimo al oyente, mientras que lanzar insultos y criticar con aspe- reza destruyen una relación. Todos hemos sufrido eso en algún momento, basta sólo un comentario cruel para hacer que nos irritemos y nos sintamos mal. Lamentablemente, en el calor de una discusión a veces decimos cosas que nunca tuvimos la intención de decir, y herimos
A las personas que más amamos. ¿Por qué razón tienen las palabras de otra persona un efecto tan grande en los demás?
Dios entiende los problemas en que podemos meternos por nuestras emociones, y por eso quiere que controlemos nuestras palabras. El Señor desea que seamos una bendición para Él y para los demás. Las palabras crueles y los tonos desconsiderados no sólo dañan las relaciones; son también un estorbo para nuestra efectividad como Siervos de Dios. La Biblia nos enseña las siguientes verdades en cuanto a nuestras palabras:

. La lengua es poderosa y capaz de causar daño (Stg. 3:3-8; Sal. 57:4).
. Dios detesta el chisme (Pr. 17:9; 20:19;Ro.1:29 BLS; 1 Ti. 5:13).
· Las palabras duras causan divisiones (Pr.15:1; 1 Co. 1:10).
· Hemos de bendecir, no de maldecir a los demás (Stg. 3:9-13).
· La persona necia no sabe cómo controlar sus palabras, pero la sabia le pone freno a su lengua (Pr. 13:23; 13:16; 15:2, 7, 28).

El Cuidado al tomar una decisión




Usted probablemente haya leído la historia de Jacob y Esaú, y pensado: No puedo creer que Esaú haya vendido su primogenitura por un plato de lentejas. ¡Qué necio! Pero pensemos más allá de primogenituras y del plato de lentejas. ¿Hay algo de verdadero valor que usted está negociando por algo de menor valor? En otras palabras, ¿cuál es su "plato de lentejas?"
¿Se ha dedicado a perseguir la riqueza y dedicarse a una carrera a expensas de su familia? Tal vez su ocupada agenda le ha impedido pasar tiempo con Dios en su Palabra cada día. Algunas personas se involucran en relaciones extramaritales, dejando a su familia por la satisfacción de sus deseos lujuriosos. Otras sacrifican su salud consumiendo sustancias dañinas o adictivas, o excediéndose en la comida. La lista es interminable.
Algunas decisiones que tomemos hoy pueden robarnos las bendiciones que Dios quiere darnos. Cuando usted cede a la tentación en un momento de debilidad, está sacrificando su futuro por el placer momentáneo. No podemos basar nuestras decisiones en deseos o sentimientos inmediatos. Puesto que el principio de la siembra y la cosecha no puede invalidarse, tenemos que considerar cuidadosamente lo que estamos plantando. La cosecha vendrá, y cosecharemos lo que hayamos sembrado, y más de lo que hayamos sembrado.
¿Ha pensado usted hacer algo que podría tener graves consecuencias a largo plazo? Una persona sabia evalúa las opciones de antemano para ver qué consecuencias pudieran acarrearle sus acciones. No permita que "un plato de lentejas" detenga los planes maravillosos que Dios tiene para usted.

¡Es hora de empezar a vivir la vida que siempre soñó!



Hay un dicho que dice: “No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Si analizamos este dicho llegaremos a la conclusión de expresa toda la verdad y nos da un consejo de vida. ¡Somos dueños del tiempo! ¿Cuántas oportunidades se ha dejado escapar, por haber espero el momento apropiado?
El momento oportuno es creado por nosotros, porque tenemos la capacidad de interactuar: crear, pensar y soñar, de tal manera que aun incorporados en una sociedad saturada de leyes y limitaciones, tenemos dentro de nosotros la capacidad de hacer suceder – nuestro tiempo.
Hacer que suceda y tener el espíritu de conquista, es sacar de adentro de nuestro interior la holgura, el desanimo t la negatividad y luchar sin mirar hacia tras.
La vida del ser humano es fruto de sus decisiones y de la voluntad que tiene para sacrificar por sus ideales.

El águila y su Pichón (amor de madre)


Se cuenta la historia de un águila que había construido su nido en lo alto de un peñasco.
Cierto día cuando volaba en torno de su nido, el águila vio a su aguilucho recién nacido que se agarraba desesperadamente del borde del nido, tratando con todas sus fuerzas de sostenerse e impedir así una caída al abismo, lo que sería fatalmente su fin.
Como era imposible alcanzar el peñasco antes que su cría cayera, el águila descendió con la velocidad de un rayo debajo de su hijito y abrió sus fuertes alas para interrumpir su caída. Con su cría agarrada a ella el águila planeó entonces con seguridad de vuelta al nido.
Moisés, antes de su muerte, dando su bendición al pueblo, les aseguró que Dios no los abandonaría y por eso dijo: “El Dios eterno es tu protector y por debajo tuyo extiende sus brazos eternos”. (Deuteronomio 33.27).
Aun hoy podemos confiar en esta promesa. Así como el águila extendió sus alas para interrumpir la caída de su cría, así Dios extiende sus brazos para interrumpir la caída de cada uno de sus hijos. A veces Dios llega a permitir que caigamos de nuestro nido (sufrimientos, pérdidas, desilusiones, problemas familiares, etc.), para mostrar cuán débiles e impotentes somos, para sentir cuán dependientes somos de su protección. Sólo que Dios no quiere que lleguemos hasta el suelo y nos invita a través del salmista: “Entrega tu camino al Señor, confía en él y el resto él lo hará” n (Sl 37.5)
Creo en las promesas de Dios porque yo creo en un Dios vivo. Creo que Dios no perdió su poder, sino que continúa extendiendo sus brazos para ampararme. Creo en aquella promesa bíblica: “Vengan a mi todos ustedes que están cansados de cargar sus pesadas cargas y yo los aliviaré” (Mateo 11.29).  Creo en la ayuda de Dios ¿Y tú?

¿Eres un gigante, o una carga?



Luego de la cena, los chicos le pidieron a Jacob que les contara un cuento.  ¿Qué tipo de cuento? —les preguntó.
Un cuento de un gigante —gritó todos.
Jacob sonrió, se acomodó entre las piedras calientes dispuestas al lado de la chimenea y comenzó el relato con voz suave.
Erase una vez un niño que le pidió a su padre que lo llevara a ver el gran desfile que recorría la ciudad. El padre, recordó haber asistido al desfile de niño, y accedió rápidamente al pedido de su hijo; la mañana siguiente partieron juntos.
Cuando llegaron al lugar donde verían pasar el desfile, la gente comenzó a adelantarse con empujones, y se formó una gran multitud. Como todos los que los rodeaban se convirtieron prácticamente en una pared, el padre alzó a su hijo y lo sentó sobre sus hombros.
Pronto comenzó el desfile y mientras iba pasando, el niño le relataba a su padre lo maravilloso que era y las espectaculares imágenes y colores que observaba. El niño, de hecho, se sentía tan orgulloso de lo que veía que se burlaba de los que miraban menos e incluso le comentaba a su padre: ¡Si solo consiguieras ver lo que veo!
Pero —Jacob miró fijamente a los chicos y añadió—: el niño no recordaba por qué él sí podía ver. El niño se olvidó que una vez su padre también había logrado verlo.
Entonces, como si el relato hubiera terminado, Jacob dejó de hablar.
 ¿Eso es todo? —repuso una niña desilusionada—. Creímos que nos contarías el cuento de un gigante».
Pero si eso fue precisamente lo que les conté —explicó Jacob—. Les relaté el cuento de un niño que bien pudo haberse convertido en un gigante.
 ¿Cómo? —Protestó otro niño.
Un gigante —continuó Jacob— es aquel que recuerda que está sentado sobre los hombros de alguien más.
¿Y en qué nos transformamos si no lo recordamos? —preguntó el niño.
En una carga —respondió Jacob.

La autoridad de un siervo de Dios


"He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará." (Lucas 10:19)

  Por medio de estas palabras, el Señor Jesús confiere a los Suyos una ilimitada autoridad sobre todo y cualquier poder destructivo del diablo. Debemos ser conscientes de que la actividad y obra del diablo es una realidad. La ignorancia de un Siervo de Dios no lo protege de sus ataques, por el contrario: El enemigo busca sobre todo a los ignorantes. Es por eso que los que velan, los que permanecen en Dios, son intocables.
Esa es la razón por la que el Señor nos exhorta tantas veces a orar y velar para no caer en tentación. Pablo dice: "... pues no ignoramos sus maquinaciones." El enemigo, de hecho, se enviste de toda su fuerza para atacarnos. Pero en la misma proporción, experimentaremos todo el poder y la victoria del Señor Jesús, pues él prometió:

"He aquí os doy potestad... sobre toda fuerza del enemigo." En términos globales, se está llevando a cabo un ataque del infierno, una invasión de los espíritus del abismo. Los hijos de Dios son los primeros en estar en la mira del enemigo, mas ellos son, también, precisamente, los únicos que tienen la victoria total.
                  

El Hombre de Dios


No hay una función  más noble en el  mundo, que ser una Pastor, hombre de Dios, según la Biblia, el es un mayordomo de Dios, el mensajero, el ángel de la Iglesia, debe ser un confidente, ser un amigo, un consejero, un padre, un maestro, el Pastor está presente en los momentos felices de sus ovejas, y también en los momentos de calamidades.
El Pastor que no ayuda  a sus ovejas en tiempos difíciles, no es Pastor. Se ve venir el lobo y no amonesta y advierte a su rebaño, no es Pastor, es un mercenario, él debe preocuparse con el bienestar de sus ovejas y no  con sus bienes, no puede tener ovejas preferidas, el tratamiento debe ser igual para todas, desde la más  humilde abuelita, hasta aquel que lleva muchas graduaciones. Él es maestro, para los jóvenes, es  un ejemplo, su vida es un referencial, su casamiento un modelo a seguir para todos.
Su esposa humilde es sierva de las siervas de Dios, porque el también es siervo de los siervos de Dios, si alguien sufre injusticia, el pastor sabe comprender, porque ya paso por eso antes, debe ser un amigo, un padre, un ejemplo, respeta los ancianos con sus padres, la mayoría de los ancianos les gustan hablar del pasado, reviviendo los recuerdos buenos y malos, y el Pastor es paciente en escucharlos. Su nombre es estimado, más limpio que aguas cristalinas.
En Egipto los pastores no eran bien vistos, su oficio  era abominación para los Egipcios, lo mismo sucede en el Egipto espiritual de hoy, (el mundo), el Pastor no es bienvenido, el es un formador de opiniones, amable con las perdonas y rígido con la sana doctrina. El tiene sus luchas, pero tiene la promesa de Dios para su vida. “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento: Y los que enseñan justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad. (Dn 12:3). 

¿Por qué podemos afirmar que vivimos en el tiempo final?



 

Somos personas que vivimos en el tiempo final. 
¿Por qué se puede decir esto? La Biblia lo explica así: Desde que Cristo vino a la tierra por primera vez, nos encontramos en “estos postreros días” (He 1:2). Ese es el tiempo general del fin en el que vivimos hace ya unos 2000 años. Toda persona que vive en el tiempo de la gracia, es una persona apocalíptica porque vive en el último tiempo antes de que Dios establezca Su reino visible en la tierra. Pero la Biblia también da indicaciones que muestran que nosotros hemos llegado al fin de los postreros días. Según el Antiguo Testamento, Dios juntará a Israel de la dispersión mundial en los postreros días y los convertirá (Dt 4:29-31; 30:1-10; Jer 30:24). Podemos decir que ese juntar ha comenzado en nuestros días (Ez 37), mientras que la conversión aún está por darse. Además de eso, no se necesita mucho esfuerzo para descubrir paralelos con los tiempos presentes en las descripciones de los “postreros días “en 2 Timoteo 3:1-5 o en Mateo 24:37-39. “Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios” (1 Ts 5:1-6).

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