jueves, 26 de junio de 2014

Estudio del Apocalipsis Capitulo 2 (Parte 6)




La  iglesia de Pérgamo

 “Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto:
Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás.
Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación.
Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco.
Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”
(Apocalipsis 2:12-17).

Pérgamo se encontraba a poco menos de 100 km al norte de Esmirna. Era un semillero de idolatría pagana, era una ciudad entregada a muchos ídolos griegos y estaba plagada tanto de falsos profetas como de aquellos que procuraban la existencia de una jerarquía muy poderosa de “Apóstoles y Sacerdotes (los Nicoítas)”. Era la capital romana en Asia y la sede de la autoridad pagana, por lo tanto, “El trono de Satanás” estaba allí. La Iglesia de Pérgamo esta culpable de procurar complacer a  la sociedad que la rodeaba en lugar de al Señor Jesús, lo que más tarde se volcara al paganismo en los siglos subsiguientes.
Sin emitir ningún elogio, nuestro Señor los acusa de dejarse tentar por falsos maestros como los Nicolaítas. En Pérgamo también estaba el altar a Zeus, el más grande del mundo. En un sentido bastante literal, pudo haber sido la capital de Satanás para la propagación del paganismo. Muchas doctrinas paganas llegaron a la Iglesia durante este período de la historia. Pérgamo fue la capital de Asia hasta el final del primer siglo. El versículo 13 se refiere dos veces a la ciudad como al lugar “donde está el trono de Satanás”. No se puede hacer  con precisión un comentario detallado acerca de esta condición porque no tenemos acceso a detalles históricos. Sin embargo, podemos decir que la siguiente conjetura es, en gran medida, una representación de la verdad. Satanás  tiene un reino, desde los tiempos antiguos se consideró que  Babilonia es la capital de este reino. La idolatría se abrió paso en Babilonia a través de Nimrod y de su madre, inspirados por  Satanás. Mientras Babilonia era un poder mundial dominante, representaba un cuartel general excelente para el ataque de Satanás a la raza humana. Sin embargo, cuando la gloria de Babilonia comenzó a declinar y quedó desolada, Satanás buscó otro lugar, seleccionó a Pérgamo debido a sus fuertes religiones idólatras.
Hay pastores que han estado en lugares tan paganos que parece que la misma atmósfera está cargada de la presencia de Satanás. Sin lugar a dudas, estas eran las condiciones bajo las cuales la pequeña Iglesia de Pérgamo predicó fielmente de Jesucristo.

La  era de la Iglesia indulgente

 A raíz de su ataque a la Iglesia de Esmirna, Satanás aprendió que lo único que hacía la persecución era que la Iglesia floreciera y continuara en un estado de avivamiento. Luego del ataque sin éxito que Diocleciano lanzara sobre la Iglesia, Constantino lo sucedió como emperador de Roma. Constantino no accedió al trono sin controversias, y su ascenso al poder tuvo efectos de largo alcance sobre la Iglesia Cristiana de los siglos cuarto, quinto y sexto. La historia romana nos dice que Constantino peleó por el trono con Maximiliano luego de la muerte de Galerio. Tanto la historia como la tradición de la Iglesia indican que Constantino, que ya se sentía atraído por el cristianismo, supuestamente tuvo una visión de una cruz ardiente en el cielo y escuchó una voz que decía: “Con este símbolo serás vencedor.”
Constantino creyó que esta visión era un mensaje de parte de Dios y que se abrazaba la religión cristiana conquistaría a sus enemigos. Acepto la fe cristiana y se declaró como su defensor y protector. Algunos la aceptan como  una conversión genuina. Sin embargo, un examen cuidadoso de su vida indica que, o bien tenía un concepto pobre del cristianismo, o nunca nació en verdad por el Espíritu Santo. Una de las cosas que hizo fue ordenar a Eusebio, Obispo de Roma, que supervisara la producción de cincuenta copias de las Sagradas Escrituras para que usaran las Iglesias. Algunos de estos manuscritos contienen las copias más antiguas que existen de la palabra de Dios.
Cuando Constantino se convirtió en emperador de Roma, pasó a ser el emperador virtual del mundo occidental como el   “Protector de la fe cristiana”, emitió un edicto de tolerancia al cristianismo y colmó la Iglesia de favores. El gobierno proveía dinero para las actividades de la Iglesia y muchos de los templos paganos pasaron a ser propiedad de los cristianos. Para complacer al emperador, estos líderes adoptaron costumbres que se parecían a las prácticas paganas. Casi siempre un compromiso lleva al otro, y lo que en un comienzo pareció ser una gran bendición, terminó siendo una gran  maldición para la Iglesia. Durante los tres siglos siguientes a este período, se adoptaron muchas prácticas anticristianas de origen pagano, que le robaron a la Iglesia su fuego y su fervor evangelizador.
                                                             Continúa...

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