¡Oh
Profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán
insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién
entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a él
primero, para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él, y para él, son
todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.
A la mayoría de nosotros nos gusta sentir que
tenemos el control de nuestra vida, y nos frustramos cuando las cosas no salen
según lo planeado. Pero si realmente deseamos andar en el centro de la voluntad
de Dios, debemos estar dispuestos a cooperar con sus planes. Piense en la
manera cómo ora, en cuanto a las situaciones de su vida. Sin que se dé cuenta,
es posible que le esté exigiendo a Dios que siga la agenda que usted ha hecho.
Pero si creemos que Él es quien dice ser, ¿cómo puede el entregarse a su
dirección no ser para nuestro beneficio? Piense en las asombrosas cualidades
del Señor:
- Su conocimiento total. A diferencia de nosotros, el Señor tiene conocimiento absoluto de nuestro mundo, y de los detalles pasados, presentes y futuros de cada vida.
- Su sabiduría absoluta. Dios entiende todos los motivos del hombre, pues tiene la sabiduría para tomar acciones basadas en la verdad.
- Su amor incondicional. Nuestro Creador está motivado por el amor, y continuamente quiere lo mejor para nosotros. A menos que confiemos en su amor, nuestra perspectiva de la realidad será distorsionada.
- Su suficiencia perfecta. A su debido tiempo, Dios nos dará todo lo que necesitamos para llevar a cabo su plan. Someter nuestra vida a la voluntad Dios requiere fe y valentía; creer en la generosidad de su corazón y en sus planes; y decidir esperar hasta que Él dé la señal para seguir adelante. Después, a medida que siga el propósito de Dios, usted experimentará el gozo de verlo obrando en su tiempo.
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