La
condenación de Cristo a Laodicea
La
condenación a esta Iglesia tiene dos aspectos:
1)-
Son tibios. “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá
fueses frío o caliente!” El
Señor expresa con claridad que está totalmente consciente de la condición
espiritual de la Iglesia de los últimos días. No es ni “caliente” es
decir, celosa de buenas obras, ni tampoco fría , es decir, sin vida, en cambio,
es tibia o indiferente.¡ Que descripción de la Iglesia moderna! Toda clase de
organizaciones, programas, actividades… pero nada de poder. Una Iglesia tibia
es la que se acomoda al mundo y se asemeja a la sociedad que la rodea, profesa
que sigue el ejemplo de Jesús, pero en realidad es miserable y digna de
compasión. El Señor Jesús advierte con severidad a la Iglesia respecto al
juicio que se emitirá contra la tibieza espiritual, el Señor Jesús invita
sinceramente a la Iglesia para que se arrepienta y sea restaurada a un lugar de
fe, justicia y comunión.
2)-
Están engañados con respecto a sí mismos. “Porque tú dices: Yo soy rico, y
me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un
desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Todo engaño es
malo, lo que más devastador es engañarse a sí mismo. Podemos verlo
claro mediante una simple comparación de la descripción que Laodicea hace de sí
misma y la descripción que el Señor Jesús hace de ella.
Lo
que Laodicea piensa de sí misma
Hablando
de sí, Laodicea dice: “Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa
tengo necesidad.” La abundancia material no conduce a la vitalidad
espiritual. La Iglesia de Laodicea de hoy es “rica”. Muchas Iglesias en el día
de hoy son de la mejor calidad, tienen una arquitectura fabulosa, edificios
lujosos, toda una organización para recaudar fondos, una membrecía grande (aun
que no consagrada) y piensan, “Yo soy rico, y me enriquecido, y de ninguna
cosa tengo necesidad,” no se dan cuenta de su estado espiritual
empobrecidos; Los seres humanos pueden organizar, edificar, promover, predicar,
enseñar, pero solo el Espíritu Santo puede transformar el alma humana, sólo Él
puede transformar vidas. Sólo el Espíritu de Dios puede glorificar a Jesucristo
ya que este dijo: “El me glorificará” (Juan 16:14). Esto nos proporciona
una buena prueba para medir cualquier obra que pretenda realizar en el nombre
de Jesucristo, si glorifica al hombre (pastor), no es obra del Espíritu Santo.
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